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lunes, 22 de junio de 2015

HASTA EL FIN DE TUS DÍAS

HASTA EL FIN DE TUS DÍAS
(19/09/2011)


Había muerto.
En el funeral las viejas lloraban, los niños jugaban y los adultos tomaban una copa, hacían chistes en general y contaban anécdotas del difunto.
Él llegó a primera hora, se hizo cargo de los trámites, seleccionó el féretro, las palabras de despedida. El empleado de la funeraria, un Drácula que metía más congoja que miedo, de pelo engominado, tez pálida y traje negro impecable, lo atendió de la mejor manera, con eficacia, profesionalismo y un toque de dolor por la desgracia ajena, la desgracia del cliente. Todo en equilibrio, muy equilibrado, sería justo decir.
Pasadas las primeras horas del impacto, de la noticia fatídica, de a poco fue asimilando el golpe. Se murió.
Sabía, lo había visto antes, ésta es la hora del dolor definitivo, el momento de asimilar las cosas, de asumir, de descartar culpas, de darse cuenta que al fin y al cabo todos hicieron lo que pudieron. Era la hora del reconciliamiento, todo quedaba atrás, todo era pasado. El presente y el futuro, serían definitivamente sin él.
No obstante esperó con paciencia varias horas a que nadie estuviera cerca del féretro, cuanto tuvo oportunidad se acercó al muerto y le susurró al oído: -Hasta el último día de tu vida fuiste un gran hijo de puta... Ahora si vamos a descansar en paz.

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